No hace mucho tiempo, los investigadores de la Universidad de Stanford descubrieron que el simple hecho de salir a caminar al aire libre tenía enormes beneficios para tu salud mental. Ahora imagina todas las cosas buenas que sucederían si tu hijo corriera y jugara afuera todos los días. Pues no tienes que imaginarlo porque hemos creado una enorme lista de los beneficios de jugar al aire libre.
Existe una correlación entre la exposición a la naturaleza y una disminución de los niveles de estrés. De hecho, los niveles de estrés en los niños bajan a los pocos minutos de ver áreas verdes. Los estudios confirman que pasar tiempo en un bosque puede ayudar a reducir las concentraciones de la hormona del estrés, cortisol, bajar el pulso y la presión arterial, y disminuir la ansiedad. Así que la próxima vez que la vida se torne abrumadora, llévate a tus niños a acampar.
Estar al aire libre en un entorno natural estimula la imaginación de un niño. Cuando los niños juegan afuera libremente, interactúan significativamente con su entorno. Tienen espacio para pensar y explorar, diseñar sus propias actividades y acercarse al mundo de manera inventiva.
Los niños aprenden mucho jugando en la naturaleza. Jugar en las rocas y trepar en los árboles les enseña lecciones valiosas sobre la toma de riesgos y mejora la confianza en sí mismos. Cuando los niños juegan sin la intervención de un adulto, desarrollan su independencia al tener el control y aprender a manejarlo. Aprenden cómo tomar sus propias decisiones, resolver sus propios problemas, crear y cumplir con las reglas, y llevarse bien con los demás de forma igualitaria.
Se ha demostrado que los niños presentan un mejor desempeño en pruebas de concentración después de haber estado expuestos a la naturaleza. Esta exposición a la naturaleza está relacionada con un retraso de la gratificación y menores grados de hiperactividad en los niños. De hecho, los niños aprenden mejor al aire libre. Los estudios han demostrado que los niños están mucho más comprometidos con el trabajo escolar en un entorno al aire libre, lo que permite a los maestros enseñar ininterrumpidamente durante casi el doble de tiempo que las clases en lugares interiores.
Es natural que si los niños corren y juegan también se mantendrán en mejor forma. Pero las cosas van más allá. Los niños que tienen acceso a más espacios verdes tienen más probabilidades de permanecer físicamente activos a medida que crecen. Los niños con un parque o área de juegos a menos de media milla de su casa tienen casi cinco veces más probabilidades de tener un peso saludable que los niños sin áreas de juego o parques cercanos.
La luz exterior estimula la glándula pineal, la parte del cerebro que es vital para mantener nuestro sistema inmunológico fuerte. Además, la luz solar mejora los niveles de vitamina D en el cuerpo de tu hijo, lo que puede brindar protección contra la osteoporosis y algunas condiciones médicas, tales como enfermedades cardíacas y diabetes.
La investigación demuestra que los niños con trastorno por déficit de atención tienen una mayor capacidad para concentrarse y seguir instrucciones después de jugar en un ambiente al aire libre que después de jugar en lugares interiores.
En 2009, un estudio reveló que los niños que fueron profesionalmente diagnosticados con TDAH se concentraron mejor después de solo 20 minutos de caminar en un parque. Esos 20 minutos en un entorno natural fueron suficientes para elevar el rendimiento de la atención, lo que llevó a los investigadores a concluir que “dosis de tiempo en la naturaleza sirven como una herramienta segura, económica y ampliamente accesible para controlar los síntomas del TDAH”.
